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lunes, 21 de julio de 2014

¿DEPENDENCIA EMOCIONAL O MIEDO A LA SOLEDAD?

La independencia siempre fue mi deseo; la dependencia siempre fue mi destino (Paul Verlaine)

Mis amigos me propusieron hablar sobre este tema, pues parece que casi todos conocemos a alguien que está metido en una relación turbulenta y de la que no puede salir, o incluso puedes ser tú mismo, y  nunca te hayas detenido a pararte y pensar sobre lo que ocurre. Es difícil reconocerse como dependiente emocional, o más bien, lo que es difícil es darse cuenta de las repercusiones tan negativas que tiene para el propio bienestar físico, mental y en la autoestima, lo que hace que sea muy difícil salir de ahí. La dependencia emocional lleva a la persona a someterse a relaciones destructivas, inestables y centradas en el desequilibrio emocional. El dependiente tiene una tremenda necesidad de afecto y de ser querido. Esta constante búsqueda del amor tiene su causa, según la teoría del apego, en carencias afectivas provenientes del ambiente familiar o en la vivencia de problemas en casa durante la infancia. Normalmente se habla de parejas, pero también puede ampliarse a otros ámbitos (familia, amistad, etc), sin los cuales la persona se ve perdida y sola.

La persona dependiente idealiza a la pareja, la cree muy superior a ella. Por lo general, suelen ser parejas dominantes y con un fuerte carácter narcisista. No suele gustar al entorno de la persona dependiente, que constantemente la advierten sobre su comportamiento. Sin embargo, suele distorsionar y negar la realidad, llegando a un bucle de autodestrucción del que resulta muy difícil salir. El vínculo afectivo que provoca el enganche es ansioso-ambivalente. Las personas llegan a entender el amor como sufrimiento y cariño, justificando cualquier acto de ataque hacia uno mismo como acto de amor. Muestra mucha inseguridad en la relación y la separación de la pareja produce una gran ansiedad, tratando de recuperarla a toda costa y si no es posible, buscando otra lo más rápidamente posible, ya que le horroriza la soledad.

En el momento que encuentra una nueva persona, desaparece el malestar y la añoranza por la anterior y reproduce un nuevo ciclo de relación con similares problemas. Por una parte, estaría el perfil de la persona dependiente. Se trataría de alguien con muy baja autoestima y escasa valoración de si mismo, con pocas habilidades sociales y determinación. Lo más importante para ella es agradar en cualquier círculo que se encuentre, por lo que moldeará su personalidad en función del grupo en el que esté. Tiene un tremendo miedo a no ser aceptado y a la crítica, aunque provenga de gente que no conozca. Suele tener un estado de ánimo bajo y poca satisfacción con la vida, un tremendo miedo a la soledad, un gran malestar e incluso ansiedad si no se tiene a alguien al lado. No sabe estar solo consigo mismo y siente un gran vacío interior que trata de llenar buscando parejas. Cuando la tiene, se anula por completo y deja de ser él mismo para someterse. Deja de lado a familiares y amigos, y prioriza y se obsesiona con el otro. No duda en dedicarle total excusividad y suele tener un papel inferior y sumiso en la relación (pero también hay casos al contrario. Existe la dependencia emocional dominante).

Por otra parte, la pareja. Son personas con excesiva sobrevaloración de sí mismos, egocéntricos y arrogantes. Y suelen infravalorar al dependiente. Dominantes, fríos y distantes de la pareja. Es normal que puedan tener otras relaciones. Crean su propia norma, pero claro, esto no se aplica al dependiente. Utilizan el miedo al abandono que tiene el otro como baza para satisfacer sus deseos. Manipuladores, mentirosos y explotadores. Suelen proyectar en el otro sus frustraciones personales, pudiendo llegar a la agresividad verbal y física. Tienen cierto don de gentes, ingeniosos y con encanto interpersonal. Cualidades que suele idealizar el dependiente y las que hace que esté en su foco de mira. También puede ocurrir, que la pareja sea una persona con problemas (emocionales, adictivos o de otra índole) y en este caso, el dependiente siente que está ahí para atender sus necesidades y para ayudarle. En este caso, el dependiente es considerado codependiente, es decir, se vincula siempre a personas problemáticas para conseguir tal fin, su salvación.

Para la dependiente, el resto de personas que no tienen estas características son aburridos, y suelen formar parte de sus vidas de forma transitoria, hasta que encuentran a alguno que encaja con su perfil (frío, hostil, agresivo). Cuando se pone fin a la relación, realmente turbulenta y dolorosa, es porque lo hace la pareja. Y en lugar de convertirse en un profundo alivio para la persona, desarrolla un síndrome de abstinencia, similar al que experimenta un adicto cuando abandona el consumo. Los síntomas suelen ser: ansiedad, depresión, desesperación, pensamientos obsesivos en torno a la pareja. Múltiples intentos de volver, aunque atente contra la dignidad. Dificultad para dormir, llanto. No es capaz de asumir la sensación de pérdida ni tolerar los síntomas descritos. Y para evitarlo, como las adicciones, si no puede volver con la persona buscará a otra.

El trasfondo de todo es que el dependiente tiene una tremenda necesidad del otro para suplir el gran vacío que siente, la poca autoestima y el no saber quién es. Es un problema que va más allá, esa falta de tolerancia a la soledad, y a ver como un mundo o un imposible el abandonar al otro aunque le esté destruyendo. El problema es la propia persona y es importante reconocerse como tal. Ese es el primer paso, y luego ir a un psicólogo que ayude a normalizar un proceso de duelo que hay que aceptarse, y después, trabajar el problema de la dependencia. Trabajarse uno mismo, ganar autoconfianza y sobre todo, quererse.


Solía pensar que la peor cosa en la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida es terminar con alguien que te hace sentir solo (Robin Williams)

Foto: Blog Vida emocional



martes, 8 de julio de 2014

CÓMO SALIR DE LA NEGATIVIDAD QUE TE RODEA

No pierdas ninguna oportunidad. Saca provecho de todas las ocasiones. Toda oportunidad está encaminada a tu desarrollo y perfección (Swami Sivananda)

Últimamente, veo con más frecuencia gente negativa e insatisfecha con todo lo que hace, dentro de consulta y fuera de ella. Parece que cuando algo va mal, te encierras en lo que te sucede y no dejas de pensar en lo negativa que es tu vida, tu mundo y tu futuro. Focalizas toda tu existencia en aquello que no tienes o en la dificultad por la que estás pasando. Desarrollas la “visión túnel”, miras sólo a tu problema y te pierdes lo que ocurre alrededor. Te concentras sólo en aquello que te perturba y no quieres ver más allá. Además, mientras más atento se esté al malestar, más colabora la mente en activarte más pensamientos obsesivos. Los pensamientos obsesivos parecen que tienen vida propia. Los tienes constantemente ahí, molestándote, verificando todo aquello que crees que hace de tu vida una desdicha.

El procesamiento obsesivo de la mente lleva a la ansiedad, la depresión y el miedo. Conduce a la catastrofización máxima, a la anticipación de consecuencias desastrosas si se comete un error. Algunos creen que tomar una decisión es extremadamente difícil, como puede ser hablar a alguien o cambiar de trabajo o empezar ese sueño que siempre tuviste. Y piensan y piensan, y lo vuelven a pensar, quedándose paralizados y sin pasar a la acción. En definitiva, el eje del problema es la creencia irracional, ese miedo a las consecuencias negativas de nuestras acciones. Pero la realidad es que cuando te relajas, te das cuenta que ningún mal es tan terrible y que al final somos humanos y erramos. Cuando lo comprendes en profundidad, podrás sentirte tranquilo en cada paso que des. De la otra manera, vivirás presionado por tu angustia e incapaz de elegir.

Imagina que tu vida es como una baraja de cartas. En las partidas hay veces que ganas porque tienes cartas más favorables, pero otras veces pierdes. Depende de las cartas y de los movimientos que hagas. Apuesta por las favorables. Tu vida no es una partida, son muchas más. Y la componen muchas cartas: familia, amigos, ocio, actividades... Si alguna de estás áreas u otras va mal, no es el fin del mundo. Potencia tus cartas favorables y busca nuevas. Sobre todo, sal de la visión tunel y deja de pensar sólo en ti.

La gente constamente confundimos deseos con necesidades. Lo cierto que para ser feliz únicamente requerimos de las necesidades básicas (alimento, higiene, techo para dormir) y no necesitamos nada más, sino no habría gente feliz en África, por ejemplo. Nos imponemos objetivos frustrándonos por no conseguirlos, o cuando los conseguimos vemos que no son para tanto como creíamos, haciendo que nos sintamos desamparados. Son necesidades inventadas. Cuando el deseo ya no es deseo, sino necesidad. Creemos que los deseos son necesarios para vivir y que con ellos seremos más felices. En el mundo occidental, donde prima la materialidad, hemos desarrollado este problema que conduce a la mayoría de problemas mentales. Yo puedo desear algo, pero no lo necesito para ser feliz. Cuando esto no se ve así, es cuando llega la frustración.

Disfruta de la vida que tienes. Sólo tienes una y malgastamos mucho tiempo en justificar lo desdichados que somos. Deja de pensar en ti y en tus problemas y mira fuera. Ayuda a otras personas que veas con dificultades. La humildad nunca está de más y engrandece a las personas. Saca algo positivo a tu día y sonríe. Siempre hay un motivo para sonreir y tu risa siempre puede hacer feliz a alguien. Observa y mira lo que te rodea. Normalmente, vivimos corriendo y con estrés. No nos detenemos a contemplar los sitios a los que vamos ni apreciamos los lugares que nos rodean. De verdad, mira, aprecia cada detalle, las fotografías que haces, o aquellas que ya tienes. Cada imagen transmite una emoción, una sensación. Aprende a ver más allá en las personas.

Implícate en un nuevo proyecto. Haz algo que realmente te apasione. Si lo desconoces, quizás es buen momento para pensar algo bueno que hacer por ti. Siempre hay algo que aprender. Y si siempre has soñado con hacer algo, ¿a qué esperas para empezar? Ya sabes que Roma no se construyó en un día, pero que el proceso fue más satisfactorio que el resultado final. Ábrete a nuevas personas y haz nuevos amigos. Nunca hay un momento para dejar de conocer a alguien y el aire fresco renueva. Viaja. Si puedes, hazlo. Si no puedes, descubre como viven otras culturas, las diferencias entre las sociedades. Y valora el sitio en el que estás. Un lugar que te aporta una gran oportunidad. Búscala y la encontrarás.

Aprende a perdonar. Pero primero, perdónate a ti mismo. No hay mayor culpa que la carga constante. Acéptate y perdónate por ser humano. Y luego perdona a quien te hizo daño. Reconcíliate porque vivir con resentimiento y rabia es el sentimiento más terrible y te arrastra a una infelicidad constante. Y cuando ya consigas sentirte a gusto en más áreas de tu vida y en otras nuevas que has creado, haz aquello que no te atreviste hacer. Toma las acciones que dejaste atrás. Escribe aquello que te ha dejado estancado, piensa qué es aquello que podrías haber hecho, qué medidas podrías tomar, cómo lo gestionarías y ponte una fecha límite para hacerlo. Si tienes que resolver algo, hazlo. Tienes una vida, disfrútala y encuentra tu felicidad. Ningún mal es tan terrible. Cuando dejes de catastrofizar lo verás. Y mientras tanto... disfruta del verano.

Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre


miércoles, 11 de junio de 2014

AFRONTANDO SITUACIONES COMPLICADAS

A veces el problema es que tu corazón no quiere admitir lo que tu mente ya sabe (Anonymous)

Muchas veces, la vida nos pone frente a situaciones críticas, límites, situaciones en las que no nos gustaría vernos jamás, situaciones que crees que van en contra de las creencias que piensas que tienes y de los valores que te han enseñado. Pero de repente, sin motivo aparente sucede. Te encuentras dentro de este camino y no sabes que rumbo tomar. Pretendes dejárselo al destino, al paso del tiempo o a la propia suerte, pero lo cierto es que no sabes ni cómo actuar.

El colapso emocional se produce cuando la persona valora que lo que le sucede supera los recursos personales para hacerle frente, y es entonces cuando siente que no puede manejar lo que le está ocurriendo y va afectando de manera directa a su bienestar (Lazarus y Folkman, 1986). Este tipo de reacción genera diferentes tipos de respuesta de afrontamiento en las personas. Una de ellas es minimizar o negar el problema, es decir, bloquear la emoción e incluso hacer como si nada hubiera pasado para intentar no asumir que nos está ocurriendo. Aparentemente es la más fácil, pero es la que peores consecuencias tiene para nuestro estado de salud, ya que la inhibición emocional ocasiona la aparición de enfermedades con el tiempo. Pero también es verdad que a corto plazo y a nivel inmediato nos puede ayudar a sobrellevar la situación. Suele ser un recurso necesario, junto con la distracción y el distanciamiento.

El distanciamiento nos permite valorar la situación como espectador del problema y ayuda, con el tiempo, a que seamos conscientes del papel que jugamos en la escena, por qué nos sentimos como nos sentimos, qué hemos hecho para llegar a esto, qué es lo que realmente necesitamos y queremos. La reflexión lógica y racional no puede ir separada de la emocional, aunque bien es cierto, que ante momentos de crisis personal ambas confunden a la persona y de ahí la incapacidad de poder asumir la situación y evitarla.

En primer lugar, si que es importante poder desahogarse, compartir los sentimientos, la preocupación y el miedo con alguien de confianza. O bien, buscar ayuda de un psicólogo que pueda facilitar la reconducción del camino. Esto va a favorecer que se reduzca el malestar contenido, sin embargo, luego se necesitará más. Y he aquí dos caminos, el de la evitación o el del afrontamiento de la situación. Afrontar la situación supone aceptar que tenemos miedos y dificultades pero que tratamos de encontrar un significado a lo que nos está pasando. El problema, generalmente, no viene solo. No es un hecho aislado, sino que existen una serie de sucesos predisponentes, a nivel remoto y a nivel reciente, que inciden sobre la persona y ello acompaña al desarrollo de la conducta problema y a sus consecuencias.

En nuestro proceso de vida establecemos un camino a seguir influenciado por nuestra familia, los valores que nos han dado, lo que nos han enseñado, aquello que se considera normativo y ajustado a la norma social. Pretendemos satisfacer las normas de lo correcto, aceptar nuestro destino, y sin embargo, nadie nos enseña a creer en nosotros mismos ni a guiarnos por lo que sentimos. Vivimos más pendientes de lo que pensarán los demás y cómo les afectarán nuestras decisiones, que de satisfacer nuestra verdadera felicidad. En la mayoría de las ocasiones, hace que las personas no sean capaces de afrontar las situaciones y escapen de ellas.

Nos movemos y manejamos dentro de una zona de confort, metafóricamente hablando es la zona en la que estamos cuando nos encontramos en un entorno que dominamos, sea este agradable o no. Es tu lugar de control, donde todo es conocido y cómodo aunque no sea bueno. Tus conocimientos, tus habilidades, actitudes, tus relaciones, todo aquello que conoces es tu zona de confort. Fuera de esta, se encontraría la zona de aprendizaje, donde puedes experimentar, puedes crecer, puedes permitir nuevos cambios en tu vida, pero está llena de incertidumbre, puesto que no la manejas. Existen personas que se atreven a salir de su zona de confort constantemente para abrirse y conocer nuevos aprendizajes. Pero hay muchas otras, en las que el miedo que les provoca genera incapacidad y prefieren permanecer en su zona de confort, aún estando insatisfechos, ya que salir de ella es un auténtico peligro.

Luego se encontraría la zona de pánico, nombrada así por los que no quieren salir de su zona de confort y que tampoco quieren que tú salgas de ella, el mensaje vendría a ser “No salgas, va a ser terrible” ”¿Y si te sale mal?” pero la pregunta podría ser “¿y si me sale bien?”. Lo que para unas personas puede ser zona de pánico para otros es la zona de las oportunidades, la zona mágica donde te pueden ocurrir grandes cosas que aún no conoces porque todavía no has estado allí. La gente que no se atreve a salir tiene miedo a perder lo que tenían, o peor aún a perderse ellos mismos.

El no afrontamiento de las situaciones puede hacer que constantemente nos estemos preguntando qué habría pasado, y puede que estemos perdiendo una gran oportunidad de encontrarle un sentido a aquello que nos está sucediendo. Después de desahogarse es necesario tomar conciencia de que nos está pasando y que estamos sintiendo. Aceptar nuestros miedos, inseguridades, rabia y sentimientos contradictorios como parte de nosotros. Si hemos llegado a esta situación, a este punto de inflexión en nuestras vidas, puede que sea importante y valiente afrontarlo. Encontrar un momento adecuado, darse tiempo si es posible y ver que se puede encontrar de bueno en esto para uno mismo.

Sin embargo, puede ocurrir que aunque tú te sientas preparado y dispuesto a afrontar la situación, la otra persona no quiera hacerlo y lo evite. Pero aunque sientas que existe una forma de manejar y afrontar las circunstancias o incluso creas que no terminaste de hacer las cosas como debías, es importante y necesario aceptar las decisiones del otro de no afrontamiento. Trabajarlo y comprenderlo te hará crecer y madurar. No todas las crisis acaban en resolución, algunas se ignoran y tratan de evitarse por el miedo que genera, pero si lo descubrimos y lo afrontamos con ayuda creceremos y maduraremos como personas, aprenderemos de la experiencia y nos fortalecerá para el futuro.

 El punto no es aprender a dejar a ir a la gente, sino aprender a dejar ir el pedazo de ti que se quedó con ellos.