miércoles, 11 de junio de 2014

AFRONTANDO SITUACIONES COMPLICADAS

A veces el problema es que tu corazón no quiere admitir lo que tu mente ya sabe (Anonymous)

Muchas veces, la vida nos pone frente a situaciones críticas, límites, situaciones en las que no nos gustaría vernos jamás, situaciones que crees que van en contra de las creencias que piensas que tienes y de los valores que te han enseñado. Pero de repente, sin motivo aparente sucede. Te encuentras dentro de este camino y no sabes que rumbo tomar. Pretendes dejárselo al destino, al paso del tiempo o a la propia suerte, pero lo cierto es que no sabes ni cómo actuar.

El colapso emocional se produce cuando la persona valora que lo que le sucede supera los recursos personales para hacerle frente, y es entonces cuando siente que no puede manejar lo que le está ocurriendo y va afectando de manera directa a su bienestar (Lazarus y Folkman, 1986). Este tipo de reacción genera diferentes tipos de respuesta de afrontamiento en las personas. Una de ellas es minimizar o negar el problema, es decir, bloquear la emoción e incluso hacer como si nada hubiera pasado para intentar no asumir que nos está ocurriendo. Aparentemente es la más fácil, pero es la que peores consecuencias tiene para nuestro estado de salud, ya que la inhibición emocional ocasiona la aparición de enfermedades con el tiempo. Pero también es verdad que a corto plazo y a nivel inmediato nos puede ayudar a sobrellevar la situación. Suele ser un recurso necesario, junto con la distracción y el distanciamiento.

El distanciamiento nos permite valorar la situación como espectador del problema y ayuda, con el tiempo, a que seamos conscientes del papel que jugamos en la escena, por qué nos sentimos como nos sentimos, qué hemos hecho para llegar a esto, qué es lo que realmente necesitamos y queremos. La reflexión lógica y racional no puede ir separada de la emocional, aunque bien es cierto, que ante momentos de crisis personal ambas confunden a la persona y de ahí la incapacidad de poder asumir la situación y evitarla.

En primer lugar, si que es importante poder desahogarse, compartir los sentimientos, la preocupación y el miedo con alguien de confianza. O bien, buscar ayuda de un psicólogo que pueda facilitar la reconducción del camino. Esto va a favorecer que se reduzca el malestar contenido, sin embargo, luego se necesitará más. Y he aquí dos caminos, el de la evitación o el del afrontamiento de la situación. Afrontar la situación supone aceptar que tenemos miedos y dificultades pero que tratamos de encontrar un significado a lo que nos está pasando. El problema, generalmente, no viene solo. No es un hecho aislado, sino que existen una serie de sucesos predisponentes, a nivel remoto y a nivel reciente, que inciden sobre la persona y ello acompaña al desarrollo de la conducta problema y a sus consecuencias.

En nuestro proceso de vida establecemos un camino a seguir influenciado por nuestra familia, los valores que nos han dado, lo que nos han enseñado, aquello que se considera normativo y ajustado a la norma social. Pretendemos satisfacer las normas de lo correcto, aceptar nuestro destino, y sin embargo, nadie nos enseña a creer en nosotros mismos ni a guiarnos por lo que sentimos. Vivimos más pendientes de lo que pensarán los demás y cómo les afectarán nuestras decisiones, que de satisfacer nuestra verdadera felicidad. En la mayoría de las ocasiones, hace que las personas no sean capaces de afrontar las situaciones y escapen de ellas.

Nos movemos y manejamos dentro de una zona de confort, metafóricamente hablando es la zona en la que estamos cuando nos encontramos en un entorno que dominamos, sea este agradable o no. Es tu lugar de control, donde todo es conocido y cómodo aunque no sea bueno. Tus conocimientos, tus habilidades, actitudes, tus relaciones, todo aquello que conoces es tu zona de confort. Fuera de esta, se encontraría la zona de aprendizaje, donde puedes experimentar, puedes crecer, puedes permitir nuevos cambios en tu vida, pero está llena de incertidumbre, puesto que no la manejas. Existen personas que se atreven a salir de su zona de confort constantemente para abrirse y conocer nuevos aprendizajes. Pero hay muchas otras, en las que el miedo que les provoca genera incapacidad y prefieren permanecer en su zona de confort, aún estando insatisfechos, ya que salir de ella es un auténtico peligro.

Luego se encontraría la zona de pánico, nombrada así por los que no quieren salir de su zona de confort y que tampoco quieren que tú salgas de ella, el mensaje vendría a ser “No salgas, va a ser terrible” ”¿Y si te sale mal?” pero la pregunta podría ser “¿y si me sale bien?”. Lo que para unas personas puede ser zona de pánico para otros es la zona de las oportunidades, la zona mágica donde te pueden ocurrir grandes cosas que aún no conoces porque todavía no has estado allí. La gente que no se atreve a salir tiene miedo a perder lo que tenían, o peor aún a perderse ellos mismos.

El no afrontamiento de las situaciones puede hacer que constantemente nos estemos preguntando qué habría pasado, y puede que estemos perdiendo una gran oportunidad de encontrarle un sentido a aquello que nos está sucediendo. Después de desahogarse es necesario tomar conciencia de que nos está pasando y que estamos sintiendo. Aceptar nuestros miedos, inseguridades, rabia y sentimientos contradictorios como parte de nosotros. Si hemos llegado a esta situación, a este punto de inflexión en nuestras vidas, puede que sea importante y valiente afrontarlo. Encontrar un momento adecuado, darse tiempo si es posible y ver que se puede encontrar de bueno en esto para uno mismo.

Sin embargo, puede ocurrir que aunque tú te sientas preparado y dispuesto a afrontar la situación, la otra persona no quiera hacerlo y lo evite. Pero aunque sientas que existe una forma de manejar y afrontar las circunstancias o incluso creas que no terminaste de hacer las cosas como debías, es importante y necesario aceptar las decisiones del otro de no afrontamiento. Trabajarlo y comprenderlo te hará crecer y madurar. No todas las crisis acaban en resolución, algunas se ignoran y tratan de evitarse por el miedo que genera, pero si lo descubrimos y lo afrontamos con ayuda creceremos y maduraremos como personas, aprenderemos de la experiencia y nos fortalecerá para el futuro.

 El punto no es aprender a dejar a ir a la gente, sino aprender a dejar ir el pedazo de ti que se quedó con ellos.





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