jueves, 14 de marzo de 2013

LA DEPRESIÓN EN LOS PACIENTES ONCOLÓGICOS (II)


Lo esencial es invisible a los ojos (El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry)


La depresión en cáncer es un problema presente a nivel mundial que ha comenzado a estudiarse muy recientemente. Según la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard (Miovic 2007) el distrés emocional y los trastornos psiquiátricos son muy frecuentes en estos enfermos, sobre todo en etapas avanzadas de la enfermedad. Aproximadamente, el 50% de los pacientes presentan trastornos psiquiátricos, siendo la Depresión Mayor el más común.

Los factores de riesgo, causas y síntomas pueden variar respecto al diagnóstico en la población clínica. Los síntomas pueden pasar desapercibidos durante todo el proceso de enfermedad, ya que se “normaliza” el estado de tristeza que la persona siente a través del tiempo. Aunque se conoce la alta comorbilidad de la depresión en cáncer, son pocos los datos que existen acerca de cómo tratar y prevenir el problema.

Existen muchas causas que se pueden relacionar con la aparición del trastorno, no siendo el diagnóstico oncológico, sino los problemas familiares que pueden derivar de la nueva situación, las múltiples pérdidas a las que se ve sometida la persona y el fallecimiento de otros pacientes. Con el tiempo se va experimentando la pérdida de la autonomía, el deterioro de la imagen corporal, la pérdida de relaciones, el cambio en el estilo de vida, la pérdida de un proyecto futuro y la posibilidad de poner fin a la propia vida. Parece lógico pensar la alta vulnerabilidad que presenta el paciente para desarrollar un trastorno emocional.

En los enfermos hay que tener en cuenta no sólo el bajo estado de ánimo y la anhedonia,  también se refiere la mayor intensidad de síntomas somáticos y la presencia de menos síntomas de autorreferencia, respecto la población general. Resulta muy importante valorar el cambio comportamental, es decir, la tendencia al aislamiento, la poca cooperación en los cuidados y la hostilidad con familiares y sanitarios. Cuando el nivel de funcionamiento es menor del que cabría esperar según el estado físico salta la alarma.

La depresión en la enfermedad puede acentuar el número de quejas hipocondríacas y provocar problemas en la adherencia que puede dificultar el tratamiento. El estado avanzado de la enfermedad, el pesimismo respecto al futuro y la Depresión Mayor pueden potenciar la mortalidad. El grado de sufrimiento por la propia pérdida agoniza el proceso. La ideación suicida en pacientes paliativos está relacionada con la presencia de depresión y dolor. Si se tratan, disminuye en el tiempo.

Un diagnóstico precoz y un abordaje preventivo pueden facilitar el tratamiento. Un buen entrenamiento en comunicación al personal sanitario puede ayudar a disminuir el aislamiento del enfermo y la intensidad de su tristeza. Anticipar las necesidades y favorecer mecanismos de afrontamiento adaptativos facilitan la sensación de control y la implicación en la toma de decisiones médicas. Tratar la depresión requiere el trabajo conjunto de todos los especialistas. Otorgar dignidad al paciente e implicarlo dentro del proceso promueve su competencia y sentimiento de autonomía.