Siempre he creído que
las casualidades son subrayados, subrayados para que sepamos que
debemos fijarnos en algo (Albert
Espinosa)
Vuelta de las vacaciones
y vuelta a empezar. Llevo ya bastante sin escribir, el verano y la
dejadez hacen que uno deje las cosas hasta septiembre. Y que mejor
que arrancar el nuevo curso con energía y ganas, centrándose y
poniendo en marcha todo aquello que aparcó. Y en mi caso, comenzando
a escribir. Y esta vez, lo voy hacer con un nuevo concepto que he
aprendido en estas vacaciones: los amarillos. Quien haya leído El
Mundo Amarillo de Albert Espinosa sabe bien de que se trata, y he
aquí parte de mi aprendizaje .
¿Alguna vez habéis
conocido a un desconocido que sin formar parte de tu vida te ha
aportado y te ha entendido más que cualquier persona de tu mundo?
¿Has notado que te ayudaba de una manera tan profunda y sincera que
te sentías comprendido e identificado? ¿Puede ser que te una un
enorme vinculo afectivo aunque no le llames ni le hayas vuelto a ver
más? Si alguna vez has vivido algo parecido debes saber que
pertenecen a la categoría de amarillos.
Para comprender el
concepto amarillo es tan fácil como entender la propia vida. Vivimos
en una sociedad en las que constantemente nos estamos relacionando
con personas. Desde pequeños, comenzando por nuestro círculo
familiar, el colegio y el barrio. Poco a poco vamos ampliando
nuestros cículos. Nos hacemos mayores y vamos saliendo del hábitat
del hogar y vamos forjando nuestros propios lazos y vínculos. De
forma mecánica e insconciente conocemos a gente, amigos y a amigos
de nuestros amigos. Y a través de ellos seguimos conociendo cosas,
vivencias y a otro tanto de personas. Muchas de ellas pasarán de
forma inadvertida por nuestras vidas, otras se quedarán durante
algún tiempo, y las que menos, nos cautivarán y permanecerán para
siempre con nosotros. Llegarán a ocupar un papel muy importante en
nuestra vida.
Habrá momentos en los
que forzosamente haya que elegir y tendremos que dejar fuera de
nuestra vida a personas que nos han transmitido, pero que por las
circunstancias o la falta de interés no acabamos conociéndolas de
verdad. Incluso, puede ser que muchas de las personas que han pasado
de puntillas y a las que no hemos prestado atención, podrían
haberse convertido en especiales y únicas. Detrás de esa intensa
conexión podría haberse escondido un aprecio honesto y sincero, una
buena conversación, una maravillosa amistad o un apasionado amor. O
puede que una mezcla heterogénea de estos sentimientos. Realmente
es muy posible que, entre todas las personas que han pasado por
nosotros, hayamos perdido a más de un amarillo.
De los amarillos se puede
decir que no son ni amores, ni amigos. Al menos en principio, aunque
podría evolucionar. El amarillo está entre el amor y la amistad.
Además, fijándonos bien vemos que tienen en común la AM, algo
significará todo esto. Además, el amarillo es el color del sol, que
da calor e ilumina, al igual que lo hacen los amarillos cuando
aparecen. Lo que es cierto, es que los amigos forman parte de nuestra
vida desde de determinadas épocas (colegio, universidad, trabajo) y
a veces dejamos de tener amigos. Los motivos siempre son: el no
verse, la distancia... A veces, la amistad está definida por la
frecuencia con la que te ves y el contacto que mantienes. De manera
que muchas amistades dejan de serlo porque se ha perdido el contacto.
A un amarillo quizás lo has visto una vez en tu vida, o durante un
tiempo (días, meses o años) pero te ha marcado y te ha dado más
que tu amigo de siete años, aunque probablemente no vuelvas a verlo
más. Habéis compartido intensidad y confidencias.
Un ejemplo de amarillo
puede ser ese extraño que te encuentras en el aeropuerto con el que
pasas un par de horas y sin darte cuenta has sentido que podías
contarle cosas sobre ti que no has hecho con nadie. Te mueve una
especie de energía y atracción mutua que hace que os sintáis
especiales el uno con el otro. Son eso, personas especiales que hacen
que te sientas especial. Después os despediréis y puede ser que os
pidáis el número de teléfono o el correo. O puede que no, que
toméis vuestro vuelo y sigáis en otra dirección. Otro ejemplo
puede ser, aquellas personas en las que ves apoyo en un determinado
momento de tu vida, como en un ingreso hospitalario. No tendría que
ser ni el enfermero, ni el médico, sino el compañero que tengas al
lado. Así miles de situaciones, pero con personas que finalmente se
irán de tu lado. Estarán el tiempo que tengan que estar y desde ese
momento, ya no eres la misma persona que eras antes. Algo ha cambiado
en ti y siempre la tendrás presente. Y ese es el efecto que tienen
sobre nosotros los amarillos. Puedes conocer a muchas personas que no
te aporten nada, pero una conversación con un amarillo te puede
cambiar la vida. Lo importante es darse cuenta cuando los tienes
delante.
Parece que son fruto de
las casualidades y que aparecen cuando menos te lo esperas. Pero la
verdad es que aparecen cuando los necesitas. Están ahí para que
sepas cuáles son tus carencias, para abrirte y para que la gente se
abra. Debes saber leer entre líneas el mensaje que te envían y
siempre estarán dentro de ti. Después de esto, se marcharán y
seguirán su camino. Lejos de producir tristeza, tendría que
alegrar, porque vamos a encontrar muchísimos amarillos en nuestra
vida. Seguro que si lo estáis pensando más de uno os aparecerá por
la cabeza. Serían personas de las que siempre os acordáis por
alguna razón, alguna huella que ha dejado en vosotros.
Decid a vuestros
amarillos que lo son, llamadlos, escribidles o al menos tenedlos ahí.
Es algo mutuo, el amarillo también sentirá lo mismo. Y si os dice
que no, no desistáis, habrá muchos otros amarillos. Este no era el
vuestro. Detrás de un no, siempre hay muchos síes. Me
encanta esta frase del autor, junto con Tenemos
que aprender a perder. Debes saber que tarde o temprano todo lo que
ganas lo perderás. Creo
que invita a tomar una actitud diferente ante la vida, más activa y
más de aceptar lo que te ocurre. Todo lo que pasa, pasa por algo,
así que no hay mal que por bien no venga.
La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda, y cómo lo recuerda para contarla