domingo, 7 de septiembre de 2014

BUSCANDO A MIS AMARILLOS, ¿Y TÚ LOS HAS ENCONTRADO?

Siempre he creído que las casualidades son subrayados, subrayados para que sepamos que debemos fijarnos en algo (Albert Espinosa)

Vuelta de las vacaciones y vuelta a empezar. Llevo ya bastante sin escribir, el verano y la dejadez hacen que uno deje las cosas hasta septiembre. Y que mejor que arrancar el nuevo curso con energía y ganas, centrándose y poniendo en marcha todo aquello que aparcó. Y en mi caso, comenzando a escribir. Y esta vez, lo voy hacer con un nuevo concepto que he aprendido en estas vacaciones: los amarillos. Quien haya leído El Mundo Amarillo de Albert Espinosa sabe bien de que se trata, y he aquí parte de mi aprendizaje .

¿Alguna vez habéis conocido a un desconocido que sin formar parte de tu vida te ha aportado y te ha entendido más que cualquier persona de tu mundo? ¿Has notado que te ayudaba de una manera tan profunda y sincera que te sentías comprendido e identificado? ¿Puede ser que te una un enorme vinculo afectivo aunque no le llames ni le hayas vuelto a ver más? Si alguna vez has vivido algo parecido debes saber que pertenecen a la categoría de amarillos.

Para comprender el concepto amarillo es tan fácil como entender la propia vida. Vivimos en una sociedad en las que constantemente nos estamos relacionando con personas. Desde pequeños, comenzando por nuestro círculo familiar, el colegio y el barrio. Poco a poco vamos ampliando nuestros cículos. Nos hacemos mayores y vamos saliendo del hábitat del hogar y vamos forjando nuestros propios lazos y vínculos. De forma mecánica e insconciente conocemos a gente, amigos y a amigos de nuestros amigos. Y a través de ellos seguimos conociendo cosas, vivencias y a otro tanto de personas. Muchas de ellas pasarán de forma inadvertida por nuestras vidas, otras se quedarán durante algún tiempo, y las que menos, nos cautivarán y permanecerán para siempre con nosotros. Llegarán a ocupar un papel muy importante en nuestra vida.

Habrá momentos en los que forzosamente haya que elegir y tendremos que dejar fuera de nuestra vida a personas que nos han transmitido, pero que por las circunstancias o la falta de interés no acabamos conociéndolas de verdad. Incluso, puede ser que muchas de las personas que han pasado de puntillas y a las que no hemos prestado atención, podrían haberse convertido en especiales y únicas. Detrás de esa intensa conexión podría haberse escondido un aprecio honesto y sincero, una buena conversación, una maravillosa amistad o un apasionado amor. O puede que una mezcla heterogénea de estos sentimientos. Realmente es muy posible que, entre todas las personas que han pasado por nosotros, hayamos perdido a más de un amarillo.

De los amarillos se puede decir que no son ni amores, ni amigos. Al menos en principio, aunque podría evolucionar. El amarillo está entre el amor y la amistad. Además, fijándonos bien vemos que tienen en común la AM, algo significará todo esto. Además, el amarillo es el color del sol, que da calor e ilumina, al igual que lo hacen los amarillos cuando aparecen. Lo que es cierto, es que los amigos forman parte de nuestra vida desde de determinadas épocas (colegio, universidad, trabajo) y a veces dejamos de tener amigos. Los motivos siempre son: el no verse, la distancia... A veces, la amistad está definida por la frecuencia con la que te ves y el contacto que mantienes. De manera que muchas amistades dejan de serlo porque se ha perdido el contacto. A un amarillo quizás lo has visto una vez en tu vida, o durante un tiempo (días, meses o años) pero te ha marcado y te ha dado más que tu amigo de siete años, aunque probablemente no vuelvas a verlo más. Habéis compartido intensidad y confidencias.

Un ejemplo de amarillo puede ser ese extraño que te encuentras en el aeropuerto con el que pasas un par de horas y sin darte cuenta has sentido que podías contarle cosas sobre ti que no has hecho con nadie. Te mueve una especie de energía y atracción mutua que hace que os sintáis especiales el uno con el otro. Son eso, personas especiales que hacen que te sientas especial. Después os despediréis y puede ser que os pidáis el número de teléfono o el correo. O puede que no, que toméis vuestro vuelo y sigáis en otra dirección. Otro ejemplo puede ser, aquellas personas en las que ves apoyo en un determinado momento de tu vida, como en un ingreso hospitalario. No tendría que ser ni el enfermero, ni el médico, sino el compañero que tengas al lado. Así miles de situaciones, pero con personas que finalmente se irán de tu lado. Estarán el tiempo que tengan que estar y desde ese momento, ya no eres la misma persona que eras antes. Algo ha cambiado en ti y siempre la tendrás presente. Y ese es el efecto que tienen sobre nosotros los amarillos. Puedes conocer a muchas personas que no te aporten nada, pero una conversación con un amarillo te puede cambiar la vida. Lo importante es darse cuenta cuando los tienes delante.

Parece que son fruto de las casualidades y que aparecen cuando menos te lo esperas. Pero la verdad es que aparecen cuando los necesitas. Están ahí para que sepas cuáles son tus carencias, para abrirte y para que la gente se abra. Debes saber leer entre líneas el mensaje que te envían y siempre estarán dentro de ti. Después de esto, se marcharán y seguirán su camino. Lejos de producir tristeza, tendría que alegrar, porque vamos a encontrar muchísimos amarillos en nuestra vida. Seguro que si lo estáis pensando más de uno os aparecerá por la cabeza. Serían personas de las que siempre os acordáis por alguna razón, alguna huella que ha dejado en vosotros.

Decid a vuestros amarillos que lo son, llamadlos, escribidles o al menos tenedlos ahí. Es algo mutuo, el amarillo también sentirá lo mismo. Y si os dice que no, no desistáis, habrá muchos otros amarillos. Este no era el vuestro. Detrás de un no, siempre hay muchos síes. Me encanta esta frase del autor, junto con Tenemos que aprender a perder. Debes saber que tarde o temprano todo lo que ganas lo perderás. Creo que invita a tomar una actitud diferente ante la vida, más activa y más de aceptar lo que te ocurre. Todo lo que pasa, pasa por algo, así que no hay mal que por bien no venga.

La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda, y cómo lo recuerda para contarla