martes, 28 de octubre de 2014

VIVIENDO UNA VIDA MÁS ANCHA

La vida es como una espiral: siempre se mueve en círculo pero jamás regresa al mismo punto

El post de hoy no es mío. Es el extracto de un libro que me parece interesante compartirlo. Lo he leído varias veces y cada vez voy sacando más reflexiones. Invita a pensar sobre como vamos actuando y moviéndonos. Ahí lo tenéis.

La vida es dinamismo, un ciclo compuesto de muchos otros ciclos que se suceden, se mueven, se entremezclan. Un continuo cambio. Para cambiar, para dejar atrás lo anterior y dar un paso a lo nuevo, son necesarias las despedidas.

Una y otra vez, en el transcurso de nuestra existencia deberíamos saber decir adiós a lo que ya no va bien, a lo que ha concluido en nuestro corazón, abriendo las puertas de par en par a la novedad continua de la vida. Si nos cerramos al cambio, paralizados por el miedo, jamás descubriremos la sorpresa del porvenir.

Desde el nacimiento, la primera gran despedida del refugio incomparable del cuerpo de la madre, continuamente estamos “aprendiendo a desprendernos” de lo conocido, de lo seguro. Soltar el lastre de lo que conservamos por costumbre o pánico al cambio. Hay que cerrar etapas, dejar lo que fuimos para empezar a ser lo que realmente somos. Y “ser” es un acto vivo, palpitante, en continuo movimiento. Vivimos en gerundio: viviendo.

Nacemos despidiéndonos y vivimos despidiéndonos. El niño suelta con dificultad las manos de sus padres el primer día de colegio. Conoce la amistad y a veces las pierde y dice adiós a aquello que creía que sería para siempre. Crece y experimenta el amor y abandona o es abandonado por un primer arrebato adolescente, roto el corazón. Madura y empieza a entender que pocas cosas son eternas en esta vida nuestra. Aprende a volar, a guardar en el corazón y crecer con ello.

El joven se hace adulto, cambia de ciudad, de país, se aleja de amigos, recuerdos, estancias y ocupaciones, rutinas que parecían invariables, sentimientos profundos; asiste por primera vez a la muerte de un ser cercano o al nacimiento de una vida nueva, abre los ojos a otro horizonte. Y descubre que, unidas a los cambios, también le siguen acompañando verdades inmutables, las que ha ido incorporando a su equipaje. Tras muchas idas, también hay regresos; en el trayecto experimenta alegría y sufrimiento y descubre que, a pesar de todo, vuelve a ser primavera, que la vida se estrena y se reestrena continuamente si no nos da miedo asistir al maravillosos e inquietante espectáculo de nuestra propia existencia. Año tras año los zapatos con los que caminamos por la vida se desgastan o se nos quedan pequeños. Ya no nos sirven y hay que seguir sin ellos. Seguiremos con los nuevos.

Todos nosotros, seamos conscientes o no de ello, vamos cambiando por dentro y por fuera en el devenir de este proceso, se transforma nuestra visión del mundo, se construye nuestra personalidad, el paisaje que contemplamos se transmuta, nuestro propio cuerpo evoluciona. Y saber andar en plenitud nuestro camino supone aceptarlo y dejar irse a lo marchito para acoger a lo recién nacido, disfrutar de esa diversidad de rutas y de posibilidades de cambio, abrirnos a la esperanza de lo ignoto, redescubrirnos cada día y querernos en nuestra fragilidad y querer a los demás en la suya, convertir las limitaciones en retos, vivir en la seguridad de que al cerrarse una puerta, se abre otra. Y hay que cerrar bien esa puerta que ya hemos traspasado para entrar fuertes y jubilosos por la nueva.

Podemos pasar toda una vida, todo nuestro tiempo, estancados en la inconsciencia y la dejadez, permitiendo que la vida nos pase por encima cuando exprimir cada día, saborear su simplicidad o su dificultad, su pasión o su calma, es la esencia de la realización de una vida plena. Y nada se renueva sin saber decir adiós. Elegir, saber decir no, saber decir sí, aceptar y asumir, rechazar y avanzar, una y otra vez despedirse y acoger... es la escuela de la vida en estado puro, a corazón abierto.

Estamos acostumbrados, cada vez más, a que todo “funcione” de un modo automático y previsible. Apretando un botón. Vivimos en la “sociedad del click”.


                                    (Extracto del libro: El Buen Adiós. Jesús Sepúlveda y Silvia Laforet)