No os espante el dolor; o tendrá fin o acabará con vosotros (Séneca)
Todos conocemos o hemos oído
hablar de personas que embaucan constantemente relaciones tormentosas y cuyo
vínculo ocasiona para la persona más sufrimiento que el propio placer. De fuera,
no logramos entender como algunas personas prefieren tener este tipo de
relación dolorosa y únicamente salen de ella para entrar en otra igual o peor.
La adicción al sufrimiento, de la
misma manera que la adicción a las drogas o al juego, genera el clásico patrón de
compulsión repetitiva en el que la persona no puede lidiar con la falta de
conflicto en la relación y la sabotea. La elección del sufrimiento como forma
de vida supone algo normal y cómodo para estas personas, pues el cuerpo y la
mente buscan constantemente la homeostasis, el estado de equilibrio, y para
ellos viene representado por el dolor emocional y si no lo hay sienten
amenazada su propia seguridad.
Generalmente, se da con mayor
frecuencia en mujeres y entienden que el amor conlleva sufrimiento y son
capaces de aguantar sin límites. Si no hay sufrimiento no hay relación, ni
amor. Suelen sentirse atraídos por aquellas personas que saben que más daño le harán
y que son emocionalmente inaccesibles. Los adictos emocionales están
acostumbrados a vivir determinadas experiencias desde la infancia, por lo que
crean situaciones para obtener esa experiencia de sufrimiento. Es la única
forma de sentirse cómodos en su zona de confort. Pueden creer que necesitan
cambiar pero no lo hacen.
La relación con los padres pudo
ser fría, indiferente o abusiva. Las constantes reprimendas y castigos
invalidaron los sentimientos del niño y acabó internalizando que el sufrimiento
es amor. Las necesidades insatisfechas en la infancia conducen a la ansiada
búsqueda de amor que no se recibió de los padres. Sin embargo, en un ambiente familiar
donde está ausente el afecto también existen momentos de cercanía y cariño, al
igual que sucede en las parejas, que también presentan cualidades atractivas y
muestras de aprecio. Las conductas
impredecibles de los padres, la cercanía y el rechazo, es lo que genera la
dependencia en los hijos y éstos, de adultos, tratan de generar situaciones que
susciten esa actitud afectuosa.
La persona con adicción al
sufrimiento trata de buscar el amor que no obtuvo en la infancia, una necesidad
inconsciente de volver a vivir las relaciones familiares tempranas, hasta
lograr el dominio de la situación y cambiar el resultado final. La decisión
inconsciente que toma es repetir su patrón de comportamiento una y otra vez
hasta que lo consiga.
Llegan a creer que pueden cambiar
a la otra persona “con su amor”, estando dispuesto a esforzarse más por
complacer, haciendo todo aquello que creen que puede salvar la relación y que
finalmente llegará la ansiada felicidad. Pero el problema no son los demás,
sino ellos mismos. Es imposible buscar
sosiego y paz cuando estamos buscando insistentemente vivir sólo aquellas
experiencias que creemos nos hacen felices.