La independencia
siempre fue mi deseo; la dependencia siempre fue mi destino (Paul
Verlaine)
Mis amigos me propusieron
hablar sobre este tema, pues parece que casi todos conocemos a
alguien que está metido en una relación turbulenta y de la que no
puede salir, o incluso puedes ser tú mismo, y nunca te hayas detenido a pararte y pensar sobre lo que ocurre. Es difícil reconocerse
como dependiente emocional, o más bien, lo que es difícil es darse
cuenta de las repercusiones tan negativas que tiene para el propio
bienestar físico, mental y en la autoestima, lo que hace que sea muy
difícil salir de ahí. La dependencia emocional lleva a la persona a
someterse a relaciones destructivas, inestables y centradas en el
desequilibrio emocional. El dependiente tiene una tremenda necesidad
de afecto y de ser querido. Esta constante búsqueda del amor tiene
su causa, según la teoría del apego, en carencias afectivas
provenientes del ambiente familiar o en la vivencia de problemas en
casa durante la infancia. Normalmente se habla de parejas, pero
también puede ampliarse a otros ámbitos (familia, amistad, etc),
sin los cuales la persona se ve perdida y sola.
La persona dependiente
idealiza a la pareja, la cree muy superior a ella. Por lo general,
suelen ser parejas dominantes y con un fuerte carácter narcisista.
No suele gustar al entorno de la persona dependiente, que
constantemente la advierten sobre su comportamiento. Sin embargo,
suele distorsionar y negar la realidad, llegando a un bucle de
autodestrucción del que resulta muy difícil salir. El vínculo
afectivo que provoca el enganche es ansioso-ambivalente. Las personas
llegan a entender el amor como sufrimiento y cariño, justificando
cualquier acto de ataque hacia uno mismo como acto de amor. Muestra
mucha inseguridad en la relación y la separación de la pareja
produce una gran ansiedad, tratando de recuperarla a toda costa y si
no es posible, buscando otra lo más rápidamente posible, ya que le
horroriza la soledad.
En el momento que
encuentra una nueva persona, desaparece el malestar y la añoranza
por la anterior y reproduce un nuevo ciclo de relación con similares
problemas. Por una parte, estaría el perfil de la persona
dependiente. Se trataría de alguien con muy baja autoestima y escasa
valoración de si mismo, con pocas habilidades sociales y
determinación. Lo más importante para ella es agradar en cualquier
círculo que se encuentre, por lo que moldeará su personalidad en
función del grupo en el que esté. Tiene un tremendo miedo a no ser
aceptado y a la crítica, aunque provenga de gente que no conozca.
Suele tener un estado de ánimo bajo y poca satisfacción con la
vida, un tremendo miedo a la soledad, un gran malestar e incluso
ansiedad si no se tiene a alguien al lado. No sabe estar solo consigo
mismo y siente un gran vacío interior que trata de llenar buscando
parejas. Cuando la tiene, se anula por completo y deja de ser él
mismo para someterse. Deja de lado a familiares y amigos, y prioriza
y se obsesiona con el otro. No duda en dedicarle total excusividad y
suele tener un papel inferior y sumiso en la relación (pero también
hay casos al contrario. Existe la dependencia emocional dominante).
Por otra parte, la
pareja. Son personas con excesiva sobrevaloración de sí mismos,
egocéntricos y arrogantes. Y suelen infravalorar al dependiente.
Dominantes, fríos y distantes de la pareja. Es normal que puedan
tener otras relaciones. Crean su propia norma, pero claro, esto no se
aplica al dependiente. Utilizan el miedo al abandono que tiene el
otro como baza para satisfacer sus deseos. Manipuladores, mentirosos
y explotadores. Suelen proyectar en el otro sus frustraciones
personales, pudiendo llegar a la agresividad verbal y física. Tienen
cierto don de gentes, ingeniosos y con encanto interpersonal.
Cualidades que suele idealizar el dependiente y las que hace que esté
en su foco de mira. También puede ocurrir, que la pareja sea una persona con problemas (emocionales, adictivos o de otra índole) y en este caso, el dependiente siente que está ahí para atender sus necesidades y para ayudarle. En este caso, el dependiente es considerado codependiente, es decir, se vincula siempre a personas problemáticas para conseguir tal fin, su salvación.
Para la dependiente, el
resto de personas que no tienen estas características son aburridos,
y suelen formar parte de sus vidas de forma transitoria, hasta que
encuentran a alguno que encaja con su perfil (frío, hostil,
agresivo). Cuando se pone fin a la relación, realmente turbulenta y
dolorosa, es porque lo hace la pareja. Y en lugar de convertirse en
un profundo alivio para la persona, desarrolla un síndrome de
abstinencia, similar al que experimenta un adicto cuando abandona el
consumo. Los síntomas suelen ser: ansiedad, depresión,
desesperación, pensamientos obsesivos en torno a la pareja.
Múltiples intentos de volver, aunque atente contra la dignidad.
Dificultad para dormir, llanto. No es capaz de asumir la sensación
de pérdida ni tolerar los síntomas descritos. Y para evitarlo, como
las adicciones, si no puede volver con la persona buscará a otra.
El trasfondo de todo es
que el dependiente tiene una tremenda necesidad del otro para suplir
el gran vacío que siente, la poca autoestima y el no saber quién
es. Es un problema que va más allá, esa falta de tolerancia a la
soledad, y a ver como un mundo o un imposible el abandonar al otro
aunque le esté destruyendo. El problema es la propia persona y es
importante reconocerse como tal. Ese es el primer paso, y luego ir a
un psicólogo que ayude a normalizar un proceso de duelo que hay que
aceptarse, y después, trabajar el problema de la dependencia.
Trabajarse uno mismo, ganar autoconfianza y sobre todo, quererse.
Solía pensar que la
peor cosa en la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida
es terminar con alguien que te hace sentir solo (Robin
Williams)
Foto: Blog Vida emocional