miércoles, 18 de junio de 2014

LA GENTE TÓXICA ¿NACE O SE HACE?

Sé que no tengo el poder de cambiarte, pero sí el poder de cambiarme a mí

Seguramente, en nuestras vidas todos nos hemos encontrado con personas tóxicas, ya sea una pareja, un amigo o un jefe o, nuestra propia familia. A veces, no nos hemos dado cuenta de la categoría de estas personas y las dejamos que entren en nuestra vida haciendo y deshaciendo según parezca. El efecto que tienen sobre ti es muy dañino pues te genera un tremendo malestar. Conocidos como“vampiros emocionales”, te sacan toda tu energía exprimiéndola al máximo, y pudiendo adoptar distintas formas. Celosos, paranoicos, asfixiantes y mentirosos. Vivimos en un contexto donde es fácil generar relaciones de este tipo, y peor aún, la personalidad tóxica también se puede propagar y acabe contagiándote.

La forma más fácil de ver, según creo yo, aquel que está todo el día hablando mal de otros (y piensa que si lo hace es muy probable que también lo haga sobre ti). Se queja por todo y además se cree el centro de atención. Puede que sientas alivio cuando se va, pero normalmente te deja agotado, con dolor de cabeza y con una sensación de desánimo contagiada por su exceso de negatividad. Son absorventes y se creen con razón en todo. Dentro de él está la verdad absoluta, y por supuesto no te atrevas ni a rechistar. Pero lo único de cierto en todo es que hay es un tremendo resentimiento, inseguridad y hostilidad dentro de si mismo.

Luego te encontrarías a la persona que te hace el vacío. Es aquella que te ignora, que se comporta como si tú no existieras en la tierra, pero que sorprendentemente sigue contando contigo para sus planes. Tú no terminas de entender el motivo por el que te sigue llamando, pero al final siempre sigues apuntándote a lo que te proponga. Constantemente reevalúas tus hipótesis mentales e intentas hacer predicciones futuras ¿me desplazará hoy también?¿tendrá un mal día y por eso lo paga siempre conmigo?. Al final, supone mayor desgaste ya que te pasas el tiempo intentando predecir qué le pasa en la vida. Con sus desplazamientos consigue que te sientas pequeñito, extrañado e incluso culpable de lo que sucede ¿habré hecho algo mal? No, no lo has hecho. Así que apártate de alguien así que sólo busca llamar tu atención para reforzar su bajo ego.

Pero también tenemos a la víctima. Ese compañero de trabajo que está nada más que lloriqueando, aludiendo a lo injusta que es su vida y sin embargo, se muestra de lo más pasivo y no hace nada. El llamado mosquita muerta es del que se suele decir “las mata callando”, o en su caso llorando. Conoce bien su objetivo y sabe como conseguirlo. Es experto en manipulación y se vincula a través del victimismo, generando en el otro compasión y lástima. De ahí, que muchas veces acabes cediendo a sus chantajes emocionales. Te hace cargar con más trabajo y logra deshacerse de sus responsabilidades. No caigas en sus redes, porque saben muy bien lo que hacen. Confróntalos y diles las cosas claras.

Con los amigos hay que tener especial cuidado, ya que ellos te conocen y saben tus debilidades. Pueden cogerlas y manipularlas a su antojo, adaptando sus comportamientos al fin que quieran conseguir. Pueden llegar a mentirte o a contar verdades a medias. Ves que muchas veces deforman la realidad a su antojo, utilizando un doble juego en el que pueden insultarte y halagarte, prácticamente en la misma frase. Por lo general, imponen sus propios criterios en los que tienes que respetar su opinión y autonomía, pero no suelen respetar el de los demás. Una clave para reconocerlos es que puedes sentirte agotado mentalmente tras estar con ellos. Lo importante: no dejes que abuse de tu confianza y ponle límites. Es imposible hacer razonar a lo irracional.

Y por último, tenemos a aquella persona que se cuela en tu corazón, que mediante frases hechas y demás palabras logra llevarte a su camino. Te hace partícipe de sus temores y necesidades, implicándote activamente en ellos, haciendo que desarrolles una necesidad de protección y ayuda hacia él mismo. Pero lo que hay detrás es un juego de manipulación y engaño, ya que no es coherente en su actitud y lo mismo te aprecia que te desprecia. Ha venido por tu ayuda pero no a proporcionártela. Y cuando se aprovecha de tu energía y ya has cumplido tu función de salvador desaparece sin más, creando a su paso un cadáver emocional. Sus intereses y necesidades ya están resueltas. Las tuyas tendrás que asumirlas. Su único interés es él mismo. Cuando alguien está dentro de tu cabeza es difícil hacerlo desaparecer, pero es importante darse cuenta de que no has venido al mundo para salvar a nadie. Una señal de detección sería que valorases los pequeños detalles. Si te hacen sentir mal sus frases o algunas de sus actitudes te hieren, la realidad es que podría habérselas evitado. Ninguna persona debería crearte malestar, y si te hace sentir así es que algo falla. Si estás en algo así, sal y aléjate de esa persona. Construye un bloque en tu distancia.

Crear vínculos sanos y mínimamente cordiales, salir de las relaciones hiperasfixiantes, no caer en las redes de la manipulación, pero sobre todo cuidarse y desarrollar una sana autoestima. Si somos capaces de tomar nuestras propias decisiones, ser dueños de nuestra vida y estar satisfechos con nosotros mismos, es mas probable que tengamos relaciones y lazos positivos y que nadie pueda influenciar ni determinar nuestra autonomía.

Escucha tus emociones, no las ignores y procura expresarlas por los canales adecuados, de lo contrario te harán daño



miércoles, 11 de junio de 2014

AFRONTANDO SITUACIONES COMPLICADAS

A veces el problema es que tu corazón no quiere admitir lo que tu mente ya sabe (Anonymous)

Muchas veces, la vida nos pone frente a situaciones críticas, límites, situaciones en las que no nos gustaría vernos jamás, situaciones que crees que van en contra de las creencias que piensas que tienes y de los valores que te han enseñado. Pero de repente, sin motivo aparente sucede. Te encuentras dentro de este camino y no sabes que rumbo tomar. Pretendes dejárselo al destino, al paso del tiempo o a la propia suerte, pero lo cierto es que no sabes ni cómo actuar.

El colapso emocional se produce cuando la persona valora que lo que le sucede supera los recursos personales para hacerle frente, y es entonces cuando siente que no puede manejar lo que le está ocurriendo y va afectando de manera directa a su bienestar (Lazarus y Folkman, 1986). Este tipo de reacción genera diferentes tipos de respuesta de afrontamiento en las personas. Una de ellas es minimizar o negar el problema, es decir, bloquear la emoción e incluso hacer como si nada hubiera pasado para intentar no asumir que nos está ocurriendo. Aparentemente es la más fácil, pero es la que peores consecuencias tiene para nuestro estado de salud, ya que la inhibición emocional ocasiona la aparición de enfermedades con el tiempo. Pero también es verdad que a corto plazo y a nivel inmediato nos puede ayudar a sobrellevar la situación. Suele ser un recurso necesario, junto con la distracción y el distanciamiento.

El distanciamiento nos permite valorar la situación como espectador del problema y ayuda, con el tiempo, a que seamos conscientes del papel que jugamos en la escena, por qué nos sentimos como nos sentimos, qué hemos hecho para llegar a esto, qué es lo que realmente necesitamos y queremos. La reflexión lógica y racional no puede ir separada de la emocional, aunque bien es cierto, que ante momentos de crisis personal ambas confunden a la persona y de ahí la incapacidad de poder asumir la situación y evitarla.

En primer lugar, si que es importante poder desahogarse, compartir los sentimientos, la preocupación y el miedo con alguien de confianza. O bien, buscar ayuda de un psicólogo que pueda facilitar la reconducción del camino. Esto va a favorecer que se reduzca el malestar contenido, sin embargo, luego se necesitará más. Y he aquí dos caminos, el de la evitación o el del afrontamiento de la situación. Afrontar la situación supone aceptar que tenemos miedos y dificultades pero que tratamos de encontrar un significado a lo que nos está pasando. El problema, generalmente, no viene solo. No es un hecho aislado, sino que existen una serie de sucesos predisponentes, a nivel remoto y a nivel reciente, que inciden sobre la persona y ello acompaña al desarrollo de la conducta problema y a sus consecuencias.

En nuestro proceso de vida establecemos un camino a seguir influenciado por nuestra familia, los valores que nos han dado, lo que nos han enseñado, aquello que se considera normativo y ajustado a la norma social. Pretendemos satisfacer las normas de lo correcto, aceptar nuestro destino, y sin embargo, nadie nos enseña a creer en nosotros mismos ni a guiarnos por lo que sentimos. Vivimos más pendientes de lo que pensarán los demás y cómo les afectarán nuestras decisiones, que de satisfacer nuestra verdadera felicidad. En la mayoría de las ocasiones, hace que las personas no sean capaces de afrontar las situaciones y escapen de ellas.

Nos movemos y manejamos dentro de una zona de confort, metafóricamente hablando es la zona en la que estamos cuando nos encontramos en un entorno que dominamos, sea este agradable o no. Es tu lugar de control, donde todo es conocido y cómodo aunque no sea bueno. Tus conocimientos, tus habilidades, actitudes, tus relaciones, todo aquello que conoces es tu zona de confort. Fuera de esta, se encontraría la zona de aprendizaje, donde puedes experimentar, puedes crecer, puedes permitir nuevos cambios en tu vida, pero está llena de incertidumbre, puesto que no la manejas. Existen personas que se atreven a salir de su zona de confort constantemente para abrirse y conocer nuevos aprendizajes. Pero hay muchas otras, en las que el miedo que les provoca genera incapacidad y prefieren permanecer en su zona de confort, aún estando insatisfechos, ya que salir de ella es un auténtico peligro.

Luego se encontraría la zona de pánico, nombrada así por los que no quieren salir de su zona de confort y que tampoco quieren que tú salgas de ella, el mensaje vendría a ser “No salgas, va a ser terrible” ”¿Y si te sale mal?” pero la pregunta podría ser “¿y si me sale bien?”. Lo que para unas personas puede ser zona de pánico para otros es la zona de las oportunidades, la zona mágica donde te pueden ocurrir grandes cosas que aún no conoces porque todavía no has estado allí. La gente que no se atreve a salir tiene miedo a perder lo que tenían, o peor aún a perderse ellos mismos.

El no afrontamiento de las situaciones puede hacer que constantemente nos estemos preguntando qué habría pasado, y puede que estemos perdiendo una gran oportunidad de encontrarle un sentido a aquello que nos está sucediendo. Después de desahogarse es necesario tomar conciencia de que nos está pasando y que estamos sintiendo. Aceptar nuestros miedos, inseguridades, rabia y sentimientos contradictorios como parte de nosotros. Si hemos llegado a esta situación, a este punto de inflexión en nuestras vidas, puede que sea importante y valiente afrontarlo. Encontrar un momento adecuado, darse tiempo si es posible y ver que se puede encontrar de bueno en esto para uno mismo.

Sin embargo, puede ocurrir que aunque tú te sientas preparado y dispuesto a afrontar la situación, la otra persona no quiera hacerlo y lo evite. Pero aunque sientas que existe una forma de manejar y afrontar las circunstancias o incluso creas que no terminaste de hacer las cosas como debías, es importante y necesario aceptar las decisiones del otro de no afrontamiento. Trabajarlo y comprenderlo te hará crecer y madurar. No todas las crisis acaban en resolución, algunas se ignoran y tratan de evitarse por el miedo que genera, pero si lo descubrimos y lo afrontamos con ayuda creceremos y maduraremos como personas, aprenderemos de la experiencia y nos fortalecerá para el futuro.

 El punto no es aprender a dejar a ir a la gente, sino aprender a dejar ir el pedazo de ti que se quedó con ellos.